miércoles, 14 de septiembre de 2016

Festival de los bien andantes

Hace un mes ni me me imaginaba que podría estar blogueando mis excursiones al Viñetas de este año.
Por desgracia el menguado horario veraniego de la coruñesa biblioteca de estudios locales y la precariedad en que se encuentran sus funcionarios no es que inviten precisamente a visitarla en agosto. Es poner en aprietos a los bibliotecarios con el acarreo de unos pocos pero pesados documentos que, además, yo querría hurgar en su mayor parte por simple curiosidad. O como excusa para probar mi nueva bicicleta.
Ya es lastima, mas de todo sabe hacer sacrificio el lector de gangas y abusos, de suerte que aquí dispongo a la mirada de los envidiosos mitad y mitad de las apareciencias cercanas a la tercera fase de lo que pudo ser (tampoco me atrevería a asegurarlo) el festival de la historieta Viñetas desde o Atlántico 2016.


Otra edición más pude acercarme a la rapa de autores celebrada en el curro del Quiosco Alfonso en la ciudad de la Coruña. A sólo un descarrilamiento de Madrid capital de las Azores y el patatal de la cultura en Santiago de Compostela.
Allí vi frenéticos aloitadores pasados de peso dando de palos a los libreros para sacarles sus pieles en las paradas del paseo del renacimiento del cOmic. Mujeres que eran novias o compañeras de dibujantes mano de obra esclava puesta a vender tebeos dentro de las casetas del ramo. Y, por último, aterradores editores antologistas que regalaban resmas de papel impreso con dibujos a cambio de que les compraran alguna otra cosa.
También pude entrar a las exequias del Gran Balandrón y espantarme con el conocimiento de las fieras invitadas antes de que todos acabaramos de matar al cOmic hasta el próximo año. Como demostrarán estas píldoras (resúmenes eupépticos) de lo que se vio al contacto con los artistas invitados: una barba con lentejuelas, una señora que tal vez pasaba por allí, el gigante europeo más pequeño del mundo, el Moderno, los perros flacos, el otro Jorge González, y el medio inglés Papá Noel de Expocómic.  

Nadar con queso.

Actualmente se suele exagerar el asunto de la intolerancia a los lacteos. Como se suel decir, Marilos tiene la ciencia. Pero esta demuestra que en realidad somos muy pocos aquellos que realmente sufrimos de intolerancia a la leche, sólo los verdaderos fanáticos seríamos capaces de pedernos en un ascensor lleno hasta los topes de eruditos de la escritura gráfica al escuchar como se refieren a los consumidores de tebeos y lectores de historieta como el mundillo.
Precisamente la primera de las conferencias tuvo como protagonista al historietista Nadar. Jovencísimo autor dispuesto al público como fetiche del nuevo mundo del cOmic  —ese grupo selecto y a la vez mayoritario que muy bien pudiera entrar con mayor justicia que los frikis de toda la vida en aquel otro mundo que dibujara Miguel Brieva— que con dos monográficos en su haber vino para colmar de emociones y servir de muestra de la nueva sensibilidad hacia el medio en Viñetas desde o Atlántico.
Y me ahorro con ello una presentación del autor que ya hemos escuchado con otros nombres en este mismo festival al menos desde 2005 o 2006.
Como siempre ocurre cuando hay poco que contar los moderadores se vieron obligados a ejercer de duelistas que pinchasen de seguido un filete todavía fresco y ensangrentado. Gracias a lo cual por lo menos los veinte a treinta espectadores de esta carnicería podrían volver a casa conociendo el argumento de las dos obras de larga extensión realizadas por el autor: Así como el nombre de la editorial en que se han publicado, si aún se encuentran a la venta y a qué género o temática pueden ser adscritas. Parecerá una tontería, pero es algo que muy pocos autores consiguen cuando son invitados a Viñetas desde el Atlántico. Justo lo contrario le ocurrió a Enrique Fernández, por ejemplo, sobre cuya serie Brigada nada se comentó acerca de su argumento ni clasificación genérica en su día hasta el final de la charla cuando Miguelanxo Prado, entonces ni siquiera actuando como moderador, intervino para al menos referirlo sucintamente. La razón de esto (bien sencilla) puede encontrarse en las mismas notas que sobre los autores prepara la organización cada año en el sitio web del festival desde que este existe, así sobre Nadar puede leerse: 

"Su propuesta más reciente es “El Mundo a tus pies” (2015), cómic en el que vuelve a demostrar una gran habilidad para el costumbrismo contemporáneo, abordando los problemas de su generación a través de tres relatos. Una obra de denuncia social, galardonada con el premio Entender el presente, del festival de Cómic Splash Sagunt."

Que el mundillo no es Hollywood pero el otro mundo tampoco llega de momento a alcanzar el paseo de las estrellas se ve a las claras cuando uno lee una expresión como "costumbrismo contemporáneo".
Hubo las preguntas que no podían faltar sobre la relación entre formato y paginación. Que depararon también las anécdotas acostumbradas acerca de los esfuerzos del autor por mantener cierta coherencia en el aspecto gráfico de página a página; al igual que los problemas de síntesis narrativa derivados de avanzar en el relato sin cálculo alguno. Y que dentro de diez años podremos quizas mencionar como yerros propios del amateurismo y la precariedad de las condiciones de trabajo de los jóvenes historietistas españoles.
Se nos informó de los nuevos planes del autor y en qué anda ahora metido Nadar. Así como su costumbrista y machacón día a día en  La Maison des Auteurs, no muy distinto de lo que han relatado ya otros dibujantes españoles antes que él. Pero como existe brasa suficiente en internet para quien quiera tostarse buscando información sobre Nadar pueda hacerlo con mayor seguridad que por medio de un simple blog, que además ni es gripal, digo, grupal, mejor acabo aquí el espacio dedicado a esta conferencia advirtiendo que el dibujante acudió a la Coruña con una barba mucho más espesa que la que se podía ver en las fotografías dispuestas por la organización en sus notas de prensa. Y aunque os pueda sonar machista no voy a dejar de opinar que Nadar estaría mucho más guapo tras un buen afeitado. De igual modo que podría empezar diciendo del siguiente autor que está muy... ¡Ay, el mundillo!

Cristina Bueno. ¿Dónde está su queso?

Todavía quedaban algunos simpatizantes y miembros del casino de la novela gráfica clavados a sus asientos al acabar el primero de los encuentros con los autores. Creo que vi entre el público al crítico periodista para la telechanza cultural autonómica de Eirados (TVG) Ángel Suanzes,  pero con los quilos que carga una cámara de televisión sobre estos personajes a saber si era él; en cualquier caso, fue uno de los que desertaron al poco de terminar la charla de Nadar. Prontamente sustituidos por un menudo pelotón de personitas entre las que pude contar a varios socios de esa asociación de impalpables que no tiene nombre y llaman a veces de lector medio. Sin llegar a sacar las manos de los bolsillos diría que de diez a doce almas más respecto a la charla anterior.
Carlos Portela continuó bailando la canción que tocaba durante la presentación al público de la dibujante Cristina Bueno:  "La historieta adulta se esta beneficiando de la incursión de estos autores". Y hasta aquí puedo leer para no repetirme.
Nos enteramos que esta autora echó por tierra su futuro ya desde pequeña al dedicarse a la hartura del dibujo. Y sin llegar a saber bien qué ponerse a estudiar fue engañada por alguien en su familia. Que poco más o menos la acabaría abandonando dentro de un cestito frente a la puerta de la Escola Joso  cuando la buena mujer apenas tenía dieciocho años. Allí estudia, lee casi que por primera vez tebeos y hace amistad con otros de los niños que cruzaron el torno conventual de la Joso. Centro del que destacó la manera en que se podía llegar a aprender de los profesores de la escuela no únicamente las destrezas propias de cada una de las materias y cursos sino sobre todo ejemplos y casos dirigidos a orientar a sus alumnos hacia el campo profesional tales como la realización de facturas.
De los profesores no dijo nada malo —¡siempre nos obligan a firmar lo mismo cuando viene alguien escapado de la Joso!—, más bien al contrario. Apuntando a Jaime Martín como su favorito.
Sobre su aproximación a la historieta habló Cristina Bueno de la función (social) que esta puede llegar a desarrollar en algunos ámbitos concretos. Carlos Portela se encargó de señalar que la primera historieta realizada por la autora estaba dirigida a mujeres de una asociación que no leían historietas y las siguientes poseían algún componente instructivo o didáctico, con un marcado interés por lo cotidiano. Punto que los moderadores se encargaron de desgranar recordando el argumento de algunos de sus tebeos con ayuda de la propia autora.
De Ausencias, hasta este año tal vez el más difundido de sus trabajos historietísticos, fue preguntada sobre un método de trabajo del que la dibujante contó que se trataba de una obra que había comenzado a dibujar antes de que la conclusión de la historia fuera escrita. De la misma forma que cada nueva historia le requería un enfoque distinto tanto a partir del dibujo como de su narración. Quizás por ello los moderadores insistieron en conocer algo más de la experiencia de Cristina Bueno en la revista satírica el Jueves, publicación en la que colaboró en calidad de ganadora del premio a la mejor historieta de humor en el concurso de cómic Ciutat de Cornellà, que tiene como una de sus mayores recompensas la creación de una tira para la revista: toda una aventura por lo que le supuso como autora completa en clave forzosamente humorística. Con la que Cristina Bueno aseguró haber sufrido más de un desvelo debido a la dificultad de encontrar una anécdota cómica o apenas algún chiste con que realizar cada entrega de esta tira.
También fue peculiar su colaboración con Raquel Franco en la obra Las abuelas dan el golpe por no haber llegado a conocer físicamente a la que sería guionista de la misma hasta casi ya haberse publicado el tebeo. Despertando la sonrisa entre el público y hasta cierta hilaridad entre los moderadores cuando se supo que fue la escritora quien se dirigió a la dibujante con la idea de iniciar esta colaboración. Si bien con un guión muy básico, no propiamente el que se espera para una historieta, pero con el que Cristina Bueno advirtió desde un principio que compartía la misma visión crítica que Raquel Franco. Luego confirmada durante un coloquio en el club de lectura de una residencia de ancianos al que la dibujante pudo asistir para ver que incluso unas señoras ya grandecitas llegaban a identificarse e identificar a sus compañeras con las protagonistas de la obra.
En Aquí vivió Cristina Bueno fue escogida entre varios dibujantes tras superar una prueba en la que debió dibujar dos páginas del guión ya definitivo escrito por Isaac Rosa. Fue el propio escritor quien llevó a cabo esta búsqueda de dibujantes y contactó con Bueno junto a la editorial.
Se habló de la documentación y las varias veces en que los autores asistieron a las asambleas de asociaciones antidesahucios. Todo lo cual puede seguirse a través de los sitios webs de algunos periódicos y las asociones que se han hecho eco o han divulgado la obra, la más extensa dibujada de momento por la autora, y que no requiere ya mi atención aquí. Como tampoco la tuvo para los moderadores recordar una frustrante polémica desatada a través de algunas de las más feas tapias de Fasteburro después de divulgarse la primera prueba de portada en la que únicamente aparecía destacado junto al título el nombre del guionista.
Carlos Portela preguntó después si a la dibujante le sorprendió encontrar cierto elemento de carácter fantástico existente en una historia denuncia como Aquí vivió: "Me gustó. Es lo que le da el punto.". También sobre el guión en sí mismo, un guión técnico totalmente acondicionado al medio de la historieta y que Isaac Rosa ideó incluso en color.
En fin, yo creo que esta parte de la charla pierde si no se puede contar con el guionista como invitado. Pero el planteamiento de los organizadores para este festival y las preguntas que se realizaron estaban atornilladas de modo que Cristina Bueno pudiera afirmar que:

"Yo me siento comoda contando esto, lo que pasa a mi alrededor, como una pequeña memoria histórica." 

Daniel Torres: Con La casa a cuestas.

El teléfono portátil, la famosa telefonía móvil del comandante John Rico, nunca conseguirá acabar con una de las particularidades más celebradas por los tebeoturistas que nos visitan cada mes de agosto y por la que todo quisqui nos conoce ahí fuera en provincias (lugares como Cercanías y Barcelona-Madrid, o allí donde quiera que ya lleguen más de dos trenes): nuestra famosa puntualidad daliniana. Que bailó pesada como una mosca el largo de los bigotes del invitado estrella Daniel Torres. Si bien es cierto que cuando Miguelanxo Prado subió a presentar la charla Daniel Torres ya estaba allí. Y que la culpa fue de los políticos.
Tras la acostumbrada presentación el público asistente, que por eso de caer en miércoles eran poco más que los justos para robar algo de aire a los artistas del negocio, con huecos aquí y allí, pero con la sala del quiosco por lo menos casi llena, supo por fin que el editor existe y que los hay incluso que son de fuera de Astiberri. Que no sé muy bien por dónde queda el sitio, la verdad; aunque no me suena que sea en el extranjero. Pero el caso es que un tal Rafael Martínez (editor y español aunque no oriundo de Astiberri (¿Almería?) tuvo la ocurrencia de reunirse con Daniel Torres para preguntar al autor si era hora ya de hacerse un tebeo sobre arquitectura. 
Daniel Torres, el dibujante caracol, no entró en detalles sobre el croché con que derribó al editor español Rafael Martínez —tal vez almeriense, al fin y al cabo— en aquel año de 2008 tras intentar estrangular en un reto tal a un dibujante que bien puede ser que no alcance del todo los dos metros de altura ni dé en báscula esos cien quilos de peso de un boxeador de los de antaño como los que nunca existieron pero que es capaz de levantarte toda una ciudad por un único álbum. Como bien se encargó de recordar el segundo moderador en mesa  Carlos Portela al mencionar de pasada la forma en que la arquitectura siempre había estado presente en la obra del autor para definir a sus protagonistas y personajes. Al recuento de la época, Portela tampoco pudo dejar de sumar lo que de único y singular tuvo una edición  tan cuidada como la del álbum Opium respecto al resto de tebeos que entonces se cosían en la España de 1983.
Quizás ya se editasen otros parecidos también allá por Almería en aquel tiempo. Aunque no se habló sobre ello.
De todos modos fue entrar en La casa, motivo de la exposición del autor en este Viñetas, y empezar a hablar de tamaños, formatos, paginación, y el carrito de la repostería editorial al completo.
Habló el dibujante de las razones para publicar esta obra en un único libro, recordando que si bien inicialmente fue proyectada como una colección cerrada de seis álbumes, tanto editor como autor fueron dejando atrás esta idea a medida que se planteaban la dificultad de fidelizar al lector debido al coste que supondría el seguimiento de una serie inusual en su temática. De modo que llegaron a barajar varias posibilidades. Desde el descenso del número de entregas hasta la idea definitiva y ya conocida de publicar un único libro que pudiera ser lanzado como obra completa. Trabajo de seis años que requirió un largo proceso de estudio y de documentación por parte del autor acerca del que seguramente todo el mundo está al corriente desde hace ya mucho. Incluso los que no hayan tenido la curiosidad de ojear el libro conocerán de sobra las particularidades de su argumento y posibilidades didácticas, así como esa peculiar estructura en la que se aunan historieta e ilustración.
Y a lo que con seguridad no debe ser ajeno su editor. Pues el mismo Daniel Torres enfatizó durante la conferencia la visión y arrojo de Rafael Martínez al embarcarse en la edición de La casa. Un éxito editorial que requirió hasta de una reedición de urgencia cuya impresión no pudo realizarse siquiera en China (como la primera edición) debido a la demanda alcanzada por este tebeo durante la campaña navideña de 2015 entre libreros y público lector.
Quizás fuese esta la mejor de las charlas a las que pude asistir, ya que Daniel Torres ni siquiera necesita que los moderadores le tiren de la lengua ni le hagan preguntas para hablar sobre cualquiera de sus obras. Las anécdotas fueron variadas, abarcando desde los pequeños descubrimientos que el autor se encontraba al paso de la búsqueda de documentación como los sucedidos y las impresiones que la obra despertaba durante presentaciones y firmas. Si bien yo siempre echaré en falta que no se respondieran algunas cuestiones acerca de las peculiaridades que se supone hacen de La casa una obra tan singular como para acercar la historieta a un público ajeno al medio. Aunque esa sea una recurrente manía que ronda a los organizadores de Viñetas desde o Atlántico desde los inicios del festival, por cierto; si bien es verdad que esa idea suele incrustarse como poco más que una cita apetitosa que finalmente acaba por resultar insustancial. Como de un puro aderezo que fuese servido a modo de carnada periodística. En tanto que nunca se ha logrado concretar durante las charlas ni las ruedas de prensa en qué modo o de qué forma se ve transformada la historieta con ello. O si realmente esas tranformaciones afectan a las espectativas de los autores respecto al medio. (Y aun de los lectores.) No mucho más allá de meras anécdotas o comparativas con el pasado y la experiencia laboral de los intervinientes.
Nunca se llega más allá de escuchar los lemas sobre la dignificación del cómic, esa normalización a cuenta de una pretendida diversificación temática que se vende como novedad.  Que en lo que a este último tebeo de Daniel Torres concierne podría haber dado cabida cuando menos a plantear al invitado alguna pregunta sobre el despliegue de todos aquellos místicos poderes que hacen de la historieta un medio excepcional  dentro el campo de la divulgación —aunque realmente nunca llegaremos a ver una exposición dedicada a las historietas divulgativas ni a los tebeos publicitarios, por ejemplo—. Así como la carnada se presentaba muy dispuesta gracias al ejemplo de La casa a preguntarse sobre esta colisión entre la historieta y la ilustración:

¿Podría Daniel Torres haber realizado una obra como La casa sirviéndose únicamente de la historieta?
Y, en tal caso, ¿habría sido esta diferente al libro que conocemos?

Cualquiera que visite de continuo las librerías se habrá dado cuenta de la manera en que los editores de cualquier parte del mundo se están lanzando a publicar novelas y toda clase de libros en los que con mayor o peor fortuna se intercalan secciones completas con historietas o bien simples páginas que hacen parte del relato añadiendo como se pretende algún vivificador atractivo al libro. También el buen montón de tebeos que son promocionados y vendidos no como los tebeos que son sino como libros ilustrados para niños. En una confusión a la que se suman los otros muchos libros ilustrados que acaban publicitándose como novelas gráficas, generalmente dirigidos a un público adulto, ya que se dirían fruto de una alta sofisticación narrativa nunca antes vista en el viejo mundo del cOmic, pero que por supuesto poco o nada tienen que ver con la historieta en sí mismos. Un pasisaje este que ninguno de los moderadores (tampoco el público presente, aunque realizase alguna que otra pregunta relacionada (¡buf!) con el bodrio de la normalización del cOmic y la relación entre la obra y el contexto de la crisis y la burbuja inmobiliaria) pareció tener en cuenta ni siquiera para llegar a poner en cuestión si La casa era o no un tebeo. Tampoco siquiera para preguntar al autor si la ilustración también es un tipo de narración gráfica, por más que Daniel Torres hiciese uso de esa expresión a lo largo de la charla varias veces, y se destacasen por parte de los moderadores como uno de los atractivos de la obra sus detallados y numerosos dibujos. O si para el caso no se trataría de un método simplemente más económico que cualquier narración historietística al uso. Quizás incluso menos complejo en su abordaje para un público masivo (ajeno al rollo) del que precisamente se quiere significar que por lo común no había leido historietas ni comprado tebeos hasta ahora.
De todos modo tampoco pareció suscitar interés el porqué los editores parecen volver a estar tan interesados en este tipo de libros. O si La casa es un tebeo o no. Aunque sí la posibilidad de que esta obra pudiera ser adaptada mediante algún nuevo formato digital que propiciara nuevas posibilidades de manipulación sobre las formas de lectura. Incluso a preguntar al autor por el valor expositivo de la obra y si consideraba viable realizar una exposición museística basada en ella. Entre los moderadores cundió cierta preocupación por evitar asimilar la extensión de esta obra de Daniel Torres a la gruesa paginación que actualmente (se rumorea) un editor exige de cualquier autor iniciante para su estreno en el mercado español. Remarcando de varias maneras que nada tenía que ver la monstruosidad del tocino con la velocidad del subsidio y otras historias parecidas.
Yo le hubiera querido preguntar a Daniel Torres si creía que el éxito de La casa podría llegar a provocar que editores sin escrúpulos embarcasen a otros dibujantes en proyectos que por su estructura y paginación resultaran imitativos de esta obra acabando así de sustituir a los tebeos en las librerías generalistas (territorio que hace nada la principal editorial almeriense del momento  ganó para la historieta, como es sabido por todos los que entienden sobre la anormalidad del cOmic). Un fenómeno que podría regalarnos obras sobre las legumbres, por ejemplo,  con títulos posibles como 'El cocido madrileño. Una historia garbancera'. 
Sólo no lo pregunté porque en esa misma sala acababa de escuchar a Ramón Marcos, invitado gallego para esta edición, y  todavía me encontraba con la misma cara de pan de un dios norteño. Con esa sonrisa medio tonta que uno ni quiere que desaparezca de lo boba que es.

Ramón Marcos: Gallego de Valencia.

Si algo quedó demostrado gracias a la sufrida labor llevada a cabo por el comisariado de la exposición Panorama da banda deseñada galega (ausente este año del programa festivalero) es que la elección de un autor gallego les resultaría bien sencilla a los organizadores de Viñetas desde o Atlántico de decidirse a incluir la edición de fanzines y a los autores de estos impresos entre los candidatos a invitado nacional. Por el momento en Viñetas se las vienen ingeniando para encontrar autores gallegos sin necesidad de ejercitarse en la pirueta litúrgica de una eucaristía fanzinista basada en presupuestos teóricos para lo intangible como los que se manejaban en aquellas exposiciones. No obstante, nunca dejará de ser difícil invitar a un artista gallego que cuente además con una dilatada trayectoria en el medio. O bien, como ha ocurrido en alguna que otra ocasión, a ese autor que pueda haber acabado de publicar una única obra cuyo especial interés o excepcionalidad la organización pueda estimar en algún modo.
El caso de Ramón Marcos podría ubicarse a mitad de camino entre esas dos opciones:
De un lado gracias a la publicación hace no demasiado tiempo de una obra que pudiera resultar insólita tanto dentro del ámbito estrictamente gallego como para el mercado español titulada Vida de nai. Colección que se cerró en 2014 tras la publicación de su segunda entrega, mediante una doble edición en gallego y castellano a cargo de El Patito editorial, para la que Ramón Marcos ilustró un guión de Gemma Sesar sobre la maternidad y la conciliación laboral. Si bien no se tratase de una obra que pudiera ser considerada como una novedad destacable dentro del año en curso, a lo particular de su temática y argumento sumaba Ramón Marcos su experiencia como dibujante en los años ochenta y principios de los noventa en España.
Todo ello fue expuesto por Carlos Portela en la presentación de la charla para los treinta y tres espectadores interesados en conocer a un autor que bien pudiera ser tenido por enigmático. Si a lo que el conocimiento de su trayectoria y a lo dúctil de su capacidad dibujística se atiene uno. Además, tal vez fuese su exposición la más interesante por cubrir de modo muy representativo la carrera historietística de un autor desaparecido para el medio casi al poco de ingresar a él en pleno cataclismo de las revistas de historietas de contenido seriado; aunque los lectores apenas pudieran recordarle dado lo relativamente exíguo de su producción por entonces. Pero que cuenta con la particularidad de haber regresado de forma inopinada para el mercado actual mediante la creación de una serie dirigida al público juvenil, pasando enseguida a realizar una obra cuya temática se orientaba de forma distintiva a las mujeres. Y, por si fuera poco, de la mano de una editorial gallega.
A mí me resulta inexplicable la raquítica afluencia de público ante un fenómeno tan poco corriente como el que representa Ramón Marcos. Ahora acaba de dibujarse para los franceses un tebeo bélico de género histórico, quizás como dijo porque:

"Mi estado natural es dibujar, y la historieta."

De primeras tuvo que compartir con su hermano (el también dibujante Primitivo Marcos) la lectura de todos los tebeos que su padre compraba. Suministrándoselos en un principio de forma que no pudieran leer más que uno o unos pocos tebeos de cada vez. Hasta que los ruegos inmisericordes de ambos hermanos colmaban la paciencia y estoicismo paternos y el sufrido progenitor se veía obligado a disponer ante sus hijos todos y cada uno de los números de una colección cualquiera. Que acababan desperdigados por fuera de su natural escondrijo en la casa para ser leídos de una tacada por los dos niños.
Así recibió Ramón Marcos los álbumes de Trinca, una colección mítica dentro de la tebeografía española tanto como la revista de la que derivaba que pudo ser fundamental en el desarrollo de su gusto por el dibujo y su vocación historietísitca en particular. También la exposición itinerante  que con los originales de las series y autores de Trinca se llevó a cabo a principios de los años setenta. Años más tarde el contacto directo con los autores que iniciaron la bautizada como nueva historieta valenciana le brindaría la posibilidad de introducirse profesionalmente en el campo de la ilustración y las revistas de historietas al comienzo de los años ochenta; particularmente el dibujante Sento, entonces profesor de anatomía en la Facultad de Bellas Artes de Valencia donde estudiaba el propio Ramón Marcos, al facilitar que este pudiera publicar una de sus historietas (Patatas fritas; 12 págs.) en la revista Bésame mucho (núm. 29). La inexistencia de un examen de ingreso en la facultad valenciana por aquellos años acabó en cierta forma por decantar que el autor tomara para sí las formas de los historietistas y dibujantes en boga decantándose por un estilo de dibujo y narraciones asimilables entonces al underground y después a lo que todavía hoy se conoce como línea clara. Asunto abordado con perspicacia por los moderadores mediante unas bien definidas preguntas que nos brindaron a los asistentes el ejemplo de algunas curiosas anécdotas sobre la vida del dibujante como estudiante y muchacho sin rostro ni vergüenza capaz de aprovechar cualquier ocasión para acercarse a autores como Sento y Daniel Torres y así poder mostrarles sus dibujos u observar distintos métodos de trabajo.
 
"El tema de la línea clara en aquel momento casi era una religión. En aquellas páginas el lápiz casi ni podía tocar el papel; en el original no debía quedar rastro del lápiz." / "La temática importaba poco."

Entre los originales pertenencientes a esta época se encontraba expuesta en la muestra dedicada a este autor la ilustración de portada que le fuera rechazada para uno de los números de la revista Madriz. Muy curioso.
Como si se tratara de rescatar algún elemento cargado de misterio y exotismo, los moderadores se interesaron en hacer hablar al invitado sobre su participación en aquel proyecto editorial con el que en Norma intentaron aprovechar internalcionalmente la fama alcanzada en su día por el personaje Opium, creación de Daniel Torres, mediante el lanzamiento de una colección periódica de cuadernos bajo la realización de un equipo creativo que contaba como uno de sus dibujantes al propio Ramón Marcos. Desafortunadamente el autor no pudo contar gran cosa sobre la labor de supervisión editorial de aquel proyecto, obligando a que los moderadores tuviesen que completar la gesta informativa sobre la Factoria Acme y la división del trabajo entre sus integrantes dentro de la serie.
Si bien para un festival que últimamente se adoba y condimenta sobre la base de la autoría antes que de la historieta como medio no quedó del todo mal. Un buen memorándum a distribuir entre el público, aunque repartido esta vez delante del invitado de forma algo más elegante que cuando le repitieron a Segrelles una por una las preguntas de una entrevista tomada de la revista CIMOC. Uno de los grandes trances por los que hemos tenido que pasar los lectores anormales (o fanáticos, como a veces se nos conoce) a lo largo de los muchos años de vida que tiene ya este festival a veces inolvidable.
Se llegaría por fin a preguntar a Ramón Marcos la razón y el momento en el que toma la decisión de cambiar el que hasta entonces había sido su estilo de dibujo al entrar a colaborar en la revista de historietas CIMOC:

"Después de dibujar línea clara hasta morir, ¿sabré dibujar un tipo de dibujo realista?"

Un aspecto este representado al detalle dentro de la exposición dedicada al dibujante que se pudo admirar en el mismo quiosco Alfonso sólo un piso más abajo del rincón en el que se estaban celebrando los encuentros entre el público y los autores.
Ramón Marcos llegó a visitar el domicilio del guionista Enrique Sánchez Abulí con la idea de que este colaborase con él en una serie concebida y desarrollada en parte ya por el dibujante gallego. Abulí nunca llegaría a responderle, pero el proyecto acabó realizándose y finalmente fue serializado dentro de la revista CIMOC de Norma Editorial. Casa editora para la que había trabajado el autor en otra de las revistas de historietas que la editorial todavía mantenía viva, Cairo, además de en la serie Opium junto al dibujante Incha y el resto de integrantes de la Factoría Acme.
Lamentablemente el colapso de las revistas de historietas dejaría inéditos o inconclusos otros proyectos del mismo o parecido estilo, como su colaboración junto al guionista Antonio Segura, obligando al autor a desarrollar otra clase de trabajos que lo alejarían de la historieta por años. Hasta que le surgió la oportunidad de volver a esta de la mano de El Patito editorial con el nuevo siglo. Se mencionó su actividad dentro de la escenografía teatral y, en este campo en concreto, la dirección del grupo de trabajo que realizó el diseño de las carrozas que el Circo del sol lució durante la Exposición Universal de Zaragoza. Trabajo por el que, si bien no pudo ser acreditado, dijo sentirse especialmente orgulloso.
Tras una primera oportunidad de entrar a colaborar en el suplemento infantil Golfiño publicado por el periódico La Voz de Galicia que sólo la cancelación de la revista truncó, los editores Gemma Sesar y Fausto Isorna reclutarían al autor para otra publicación del mismo tipo titulada Galimatías en 2009. Desde entonces ha publicado Ramón Marcos dos tebeos de la serie juvenil de aventuras Silvana, creación del propio dibujante, e ilustrado sendas entregas de Vida de nai guionizadas por Gemma Sesar; con la que repetiría en un pequeño tebeo de carácter institucional titulado Os perigos de internet que puede leerse gratuitamente a través de (¡Oh!) internet pero que también fue distribuido entre los centros escolares gallegos. Trabajos en los que el dibujante volvió a variar su forma de dibujo dado que:

"Decido en ese momento que quería utilizar la plumilla. Y dibujar de forma más libre."

Ya hoy se encuentra a punto de entregar uno de los álbumes que completarán una serie de género histórico ambientada durante la II Guerra mundial para el mercado francés —lo repito por si hubiese algún editor presente en la sala ávido de licenciar más bande dessinée—, en cuya realización están trabajando diferentes dibujantes para cada uno de los álbumes. Aunque no se entró a hablar sobre en qué forma o estilo Ramón Marcos dibuja esta historia, su asalto al mercado franco-belga pareció consistir en el envío de un abultado dossier con muestras de los distintos trabajos y modos de hacer mediante los que este dibujante es capaz de moverse ante una página en blanco. Y de entre los que los editores franceses parecieron apreciar de un modo especial algunas de las páginas de Los ojos de la serpiente (CIMOC).
Espero que se haya notado que fue esta la conferiencia en la que mejor me lo pasé. Aunque no albergo ninguna duda acerca de que será muy difícil que pueda volver a leer nuevos tebeos dibujados por Ramón Marcos. 

Jorge González. ¿Pero cuál de ellos? 

Efectivamente, hasta este mismo año creía que eran todos uno solo los Jorge González.
Tuvo que publicar Norma Editorial Los dientes de la eternidad para que me creyese que había uno español y otro argentino publicando sus trabajos por aquí.
El que se acercó hasta la Coruña fue el argentino, el dibujante, que creo debe de tener a su doppelgänger paseándose en bici por la ciudad todo el año porque su cara me sonaba una barbaridad.
Se nos advirtió que su presencia se trataba en realidad de una deuda pendiente del festival, lo mismo que de los organizadores. La conferencia tuvo que comenzar así con el agradecimiento al autor por parte de los moderadores explicando que Jorge González suele alejarse durante un mes al año de todo lo que sea cOmic. Unas vacaciones que además se echa encima el autor sobre sus espaldas precisamente en agosto. Hubo un par de cómicos disgustos por parte del autor. Y un público alborozado entonces ante la noticia del castigo que infringía al dibujante por haberse pasado a escucharle a él en vez de hacer cola para conseguir una dedicatoria de alguno de los otros autores invitados que en esa misma hora de la tarde del viernes estarían ocupados con la primera de las dos sesiones de firmas oficiales de Viñetas.
La charla comenzó a tomar color a partir del momento en que Jorge González fue preguntado sobre su llegada a España y el encuentro con Horacio Altuna. Aunque habló de su trabajo y admiración hacia el maestro yo me quedé con sus comentarios acerca del cálculo que le supone decidirse a abordar cualquier trabajo propio o de encargo en relación al tiempo en que será capaz de concluirlo y el dinero que efectivamente este le acabará reportando. Podría haberlo dicho el propio Horacio Atuna. Pocas veces escucharemos a un dibujante español hablar tan claramente sobre el aspecto monetario de su trabajo, por lo que lamenté que los moderadores no tratasen de inquerir qué percepción podía tener de los dibujantes españoles el invitado. O las posibles diferencias entre los artitsas argentinos y españoles.
En verdad esto puede que me lo preguntara yo al haber estado leyendo apenas una semana antes la transcipción de una charla dada por un humorista argentino sobre ese mismo asunto hace más de treinta años también en la Coruña, aunque restringido al humor gráfico. —Vivo en una catástrofe, al lado de un quinto pino en mitad de un monte desde el que se ve el mar.
Fue preguntado igualmente sobre los cambios de registro, sobre todo en cuanto al color, de una obra a otra. Y si albergaba en su ser tremendo algún anhelo de trabajar con grandes formatos. Que es que sí, aunque todavía no haya encontrado tiempo para ello. En cuanto al color, este responde siempre al tipo de atmósfera al que la obra invita o sugiere; los moderadores se esforzaron en exponer algunos ejemplos y comentar el influjo que sobre el dibujante pudieron haber tenido en determinados momentos uno u otro autor.
Se las ha visto trabajando con varios guionistas Jorge González, resultándole complicado únicamente en el caso de su colaboración con Gani Jakupi en la obra titulada Regreso a Kosovo. Pero más por la implicación personal del guionista, a su vez dibujante e historietista, en un proyecto que se basaba en algunas de las experiencias más dramáticas vividas por el autor kosovar.
Pudo resultar curiosa tal vez la intervención de Miguelanxo Prado cuando se le preguntó a Jorge González sobre la cuestión del estilo y de qué manera surge este. Por tratarse Jorge González de un dibujante autodidacta, se supone. O la aceptación o no de una crítica contraria a la obra del autor. Y cómo la conformidad de un artista con la crítica parece resumirse en la existencia de una corriente de energía en la que autores y lectores coinciden o no en sus gustos.
A los más fisgones les gustará saber que en casa del autor hay ya medio guionista, y que este es el propio hijo del dibujante. A cuyo encargo ha quedado el dibujo de una segunda entrega de la historieta infantil Barbosa, el pirata. Para la prensa del corazón quedará siempre en el mayor de los secretos que el dibujante rechazó un pesado maletín de billetes que le hubiera obligado a irse a la China a trabajar de forma exclusiva en la realización de storyboards. De todas maneras quedó en el aire la posibilidad de que llegué a publicarse en España el último de los tebeos dibujados por el autor en Francia, Maudit Allende!, con guión de Olivier Bras.

Alguien preguntó si existía la posibilidad de ver a Jorge González dibujando el Supermán algún día. Y puede ser. Siempre que el autor solvente el obstáculo que le supone dibujar capas y alguien le ponga delante una gran suma de dinero.

Lo que me faltó: Rubén Pellejero, Juan Díaz Canales, Chris Claremont.

Los dos primeros compartieron charla, y a esa no pude simplemente asistir. Ya es sabido que estaban invitados a Viñetas en calidad de embajadores de Corto Maltés.
En cambio, sí que podría haber escuchado al traductor de Chris Claremont el sábado por la tarde de no caer en la imbecilidad de portarme como un buen muchacho. Pero soy de natural idiota e idiota me vendo:

Sé que no tienen los organizadores, o, más bien, el Kiosco Alfonso para todas sus cosas, reglado cómo ni cuándo debe permitirse la entrada a la sala de conferencias. Unas veces te pasas quince o diez minutos antes de la hora fijada para el comienzo de la charla y descubres que todavía se encuentra cerrado el acceso; eso es gracioso de ver cuando el primero que intenta entrar es uno de los moderadores o el invitado mismo. Y, claro, cuando coincide que la estrella que hablará para los aficionados, y el público, en general, esa tarde se encuentra vinculado preferentemente a la porción gorda del mercado historietístico que son los superhéroes la entrada puede estar ya abierta desde media hora antes. Uno debe estar vigilante y no hacer el primo como yo, en cualquier caso, pese haber entrado casi nada más abrir sus puertas el Kiosco Alfonso. Allí me puse a mirar las paredes y hablar con otro espectador veterano que justo acababa de preguntar si se podía subir directamente a la sala de conferencias. Encontrando que esta no se abriría hasta quince minutos antes de la charla. Pero... No, los dos postes que franquean la subida al olimpo alfonsino tienen voluntad propia y se retiran cuando a ellos les da la gana. Y, claro, nos quedamos sin sitio.

Chris Claremont tomándose a chufla nuestros superhéroes.


En fin, menos mal que del Papá Noel de Expocómic me las conozco yo todas. Aunque me gustaría por lo menos haber podido detectar la presencia de famosos entre el público que acudía a adorarle. Siempre los hay durante las charlas. Este año creo que reconocí a Antonio Seijas, Enrique Vázquez Pita, Nuria Tamarit y Xulia Vicente, y habría reconocido a alguno más de no tener que sentarme en la segunda fila. Seguramente alguien grabó la conferencia y ahora rule por el Youtube. Será cuestión de buscarla.  


De patillas por el mundo, entre Makinavaja y Curro Jiménez, un Corto Maltés.

Aparte de la entrevista a Miguelanxo Prado sobre su último tebeo que publicaba la revista Tempos Novos, el artilugio periodístico gallego puso su manivela en funcionamento por lo que duró Viñetas. Y otro año más gracias a este automatismo que se diría moderno y eficacísimo de salir en el NODO el público estuvo maquinalmente informado acerca de lo que sucedía. Se estrenó un nuevo figurón frente al puerto coruñés, precisamente de Corto. Y la feria gastronómica de las casetas regionales fue trasladada de los jardínes de Mendez Núñez a la Plaza Pontevedra, es de suponer que para felicidad de los libreros y organizadores del propio festival. En los muelles del puerto se podían contemplar los veleros de la regata Tall ship race.
Como en la película Polstergeist, la tecnología no dejó de manisfestarse durante los encuentros de los autores con el público. Así, uno de los irremplazables que ayudan en estos menesteres se paseó en chancletas con un microfóno abierto de piso en piso mientras se celebraba una de las charlas para que pudieramos atender los sonidos de más allá de la sala de conferencias. Parafonías las llamaba Jiménez del Oso. Unos castañazos tecnológicos que de tan comunes ya resultan entrañables.

La Rúa de la BD aquella.

También este año coincidió la inauguración del festival con los últimos días de la Feria del libro, con sus actividades y presentaciones propias. A la que siguió  la apertura de la otra feria del verano dedicada al libro antiguo y de ocasión durante el último día del festival, de modo que los puestos de libreros de la especia comiquera y las asociaciones y editores del gremio rivalizaron con el resto de paradas tratando de incitar al derrame monetario entre los impenitentes lectores de siempre y los coleccionistas más recalcitrantes. Si Jesús no entró a correrlos a latigazos fue porque se las pasó leyendo y comprando.
La inauguración oficial de Viñetas desde o Atlántico, un día lunes ya por la tarde, se realizó a puerta cerrada. Con toda la oficialidad y secreto que conviene a la cosa. Con la gente de la prensa, también. Que para eso está La Voz de Galicia, para ocupar espacio inteligentemente. Sinembargo volvió a izarse el estandarte del cabreo máximo entre quienes estaban todavía acostumbrados a acudir a esos estrenos para tener la oportunidad de tragarse la mitad de algún salvífico discurso sobre la cultura. Yo mismo sólo me quedaba a escuchar cantar oficios a los tiestos uno o dos segundos, y al poco solía dirigirme a alguna otra sala para chupar los originales. Que por eso se veían tan mal los primeros días (no eran problemas de iluminación). Creo que jamás comprenderé el disgusto que puede provocar perderse un acto que cualquier radiocassete puede reproducir mil veces seguidad antes de incendiarse. El suponer que desde hace unos años este acto tan marcial e inútil no se realiza bajo la ventilación pública por lo de los tomatazos y las guillotinas es una estupidez.
Y no salimos de esas desde que retiraron, cuando debían haberla fundido para fabricar herraduras, la estatua de Millán-Astray.
Ya en Internet resurgió la antigua polémica sobre el buen uso del gallego en el sitio web flamante y oficial de Viñetas desde o Atlántico. A lomos de los de siempre pude asistir vía Fasteburro —así le dicen al Facebook en Fisterra— a una batalla entre gigantes y cabezudos impropia de bárbaros incivilizados. Alguno de ellos egregia cabeza además. De intelecto superior y corazón sensiblerísimo que identificaba la elección de otro de los contendientes de una grafía concreta con lusismos y minifundismo. Incluso hubo autores que acudieron a cabecear contra un tipo que básicamente se quejaba de lo mal que se escriben en gallego los textos que aparecen en ese sitio web. Y aunque este año sólo me pasé a leer las biografías de los autores invitados, mi conocimiento de horrores préteritos me lleva a imaginar que seguramente no le faltase razón al desflemado bisonte gallego (identificado como perfido nacionalista por los sabios del Facebook antes del fin del primer tiempo de juego). Hacedme caso, al primer chillido que oigáis en la noche preguntando por la existencia de revistas gallegas sobre cultura tipo Luzes pero-no-tan-orientadas-a-la-política corred.
Si es que donde hay enanos siempre habrá circo.
Además teníamos una carpa en la Rúa de la BD: con cascaras de pipas, colillas y plásticos. Más dos bancos de madera clavados al suelo iguales a los de los parques para asegurar que resultase imposible que público y autores quedaran adecuadamente enfrentados durante las presentaciones que allí se realizaban. Nada por lo que debamos preocuparnos, lo habitual. O eso creo yo.
El mayor atractivo que ofrece esta avenida de la historieta es tener la oportunidad de adquirir las novedades que da la tierra al ladito mismo del emplazamiento principal de las exposiciones, en plena calle y sin pagar entrada. Los tebeos de Demo Editorial, siempre atenta a tirar del trampolín como poco sus dos lanzamientos agosteros, y, ya últimamente, Kiko da Silva y su Retranca editora. Más los fanzines de por aquí y alguna otra autoedición en rústica caralluda con lapelas. Aunque hay incluso sorpresas de año en año tales como la antología de humor con sentido de Xosé Tomás que alguien debería obligatoriamente publicar también en Brasil para que se les acabe la esquizofrenia esa de la escola sem partido. Aunque fue una de las presentaciones a las que desistí de intentar acudir por coincidir en tiempo con las conferencias de los invitados al festival. Tampoco estuve en el acto de graduación de los alumnos de la escuela de historieta e ilustración O Garaxe hermético y las presentaciones de los tebeos de Retranca, el último de la Colección Moebius, que resulta de una especie de trabajo de fin de curso con historias cortas creadas por los alumnos sobre un tema común, para este año, Verne, y el muy esperado Impresiones de la isla. Que acabó siendo algo muy parecido a un éxito de ventas.
Otra vez imprescindibles encabezando las paradas de la Rúa de la BD con su puesto para el préstamo de tebeos, las Bibliotecas municipales de la Coruña y su grupo de suicidas Fancómic: sólo se necesitaba de un DNI para leerse casi todos los tebeos dibujados por los invitados a Viñetas, así de fácil, entre otros muchos títulos. Los puestos trajeron a algún librero del arrope, y si bien no disponían estos de un verdadero tesoro se podían comprar tebeos y revistas de muy distintas épocas a precios que, visto las que se gastan en Expocómic, donde encima pagas la entrada, ya ni me parecen de escandalo:
La última época de Sword por 9,95, álbumes Cimoc Extracolor de 2 a 6 euros, Pumbys y TBOs a tres y cuatro euros, cartoné patrio descatalogado muy económico, y coles tan curiosas como los Dylan Dog de Aleta ediciones servidos en lotes de más de diez números a precios irrisorios.
En la caseta de Dibbuks por la compra de cualquiera de los títulos expuestos te daban a escoger como regalo alguno de los viejos tebeos de Juanjo. Aunque no había gran cosa. El mismo señor obsequió a los asistentes a la presentación del tercer número de la revista La resistencia con un ejemplar de El Manglar y ese tebeo de Berrio en forma de pliego (¿promocional?) que sacó Dibbuks: se echó a correr el chiste sobre cuál sería el nombre de la próxima revista de historietas tras los lanzamientos de La resistencia, primero, por parte de Dibbuks, y Voltio, publicada por Ediciones la Cúpula. Algo sobre electricistas. También participó de esta presentación el dibujante y editor Manel Cráneo, que dijo estar contento de colaborar en La revista por la promoción que supone para su universo Plänetä Mïncha.
Xosé Tomás dirigió varios talleres orientados a la creación y lectura de historietas en la misma carpa, y en diferentes horarios, a los que acudieron no pocos niños de distintas edades. Y también para  niños fue la presentación de la revista infantil Alehop, que vale la pena conocer: www.alehop.com

 

Los mayores tuvimos presentaciones de fanzines. Pude molestar lo suficiente en una de ellas a David Buceta y Adolfo Rodríguez Taboada para que me dedicasen mi ejemplar de Androide Paranoide, excepto por su apuesta por la impresión en color y su distinto formato y dimensiones es muy semejante en contenido a Sinónimos de lucro, el anterior proyecto de Buceta. Con sus buenas historietas de género esta vez traídas por el camino de la ciencia ficción que hacen de este fanzine uno de los más atractivos que he podido estropear en este último año, aunque lo vendan realmente mal. Apenas insultaron a nadie. Por eso me permito lubricar con algo de información básica sobre este producto mediante un enlace que pudiera ser propio de cuatreros: http://www.tebeosfera.com/publicaciones/androide_paranoide_2016_buceta.html

También me senté a ver el vídeo de presentación del tebeo de los hermanos Trigo, Lobada, y a escuchar el coloquio entre los autores y el presentador del acto Kike Benlloch. Quien quisiera llevarse algo made in Galicia encontraría una obra bien gallega aquí. Corre por internet el vídeo de presentación, así que nada más.


De Demo Editorial estuve en las presentaciones de sus dos novedades.
¡No podía perderme ninguna!, me gané (o me regalaron) una de ellas gracias al concursillo organizado por el Fasteburro editor: Aram o armenio. Si bien mi interés y mi cuerpo estaban entregados de antemano al proyecto de la nueva serie encuadrada dentro de la colección Eumedievo, la que precisamente diera origen a la editorial, con el título de Aleida: Cidade sen alma. Historieta de aventuras y temática histórica en la que Demo y la librería Komic vuelven a colaborar sacando del infierno al dibujante Victor Bullón. De la charla en sí, además de la dedicatoria del autor, destacaría el susto que me provocó tener por fin noticia de que el editor gallego también existe; aunque sea sólo y uno. Pues la idea de aplicar color a la obra fue una decisión editorial que el dibujante asumió decidiéndose a ser el mismo quien coloreara sus páginas pese a estar dispuestos los editores a buscar un colorista.

Fin

Me dejo algún fleco, seguro, y puede que también hasta algún trapo dentro de mi lavadora, pero se está haciendo ya muy largo este programa. 
Volveré el próximo año 2017 si el público masivo no me lo impide. O las autoridades no me encuentran una vacuna.